ATRACARTE

"Que no le sea impedido llevarse cualquier pedazo de piedra con inscripciones y dibujos"  y se llevó 15 metopas, 56 fragmentos del friso, las estatuas que quedaban del frontón, una cariatide del Erecteion, cuatro fragmentos del friso del templo de Atenea Niké... vamos lo que encontró de valor en la acrópolis de Atenas y pudo cargar con ello. En un pis pas, desmontó frisos, metopas y capiteles, embaló los mármoles en 200 cajas y salió por patas, o por aletas, viento en popa a toda vela, en barco, rumbo a la Gran Bretaña.
"Pero si yo me refería a las piedras que encontrases en las excavaciones, no a las obras que adornasen los templos"
"Hay que pensar que, aún siendo ilegal el acto, hemos salvado las estatuas de los daños que en las décadas anteriores habían sufrido en Atenas y las han arruinado prácticamente". Un atraco de lujo, que ni los Pink Panter ahora casi lo superan (3 minutos, 3 millones de euros en diamentes en Dubai y salen escopetados con el coche más potente, ni un muerto, ni una huella y el paraiso esperando, chapó). Este asalto fue a la inglesa, elegantemente, como salvadores de la patria.


La costumbre de los jóvenes europeos acomodados de hacer un tour durante un año o dos, algo así como un interrail pero elegante y sin prisas, llevó a  Lord Elgin a poner los ojos en la acrópolis ateniense, bueno exactamente mandó un emisario porque él andaba por Turquía.  Pero la culpa en realidad la tuvo  el arquitecto Thomas Harrison, tanto comerle la oreja con las maravillas griegas mientras le construía su chocita  en el campo entre salto y salto de mata en sus cortejos a Mary Nisbet que terminó comiéndole, además de al oreja,  el tarro y a ello fue.
Antes, Morosini había intentado llevarse a Venecia las estatuas del frontón del Partenon, pero estas terminaron hechas añicos al partirse la polea con la que se estaban bajando, menos una cabeza que acabó curiosamente en lugar de en Venecia, en el parisino museo del Louvre. Y como el joven Elgin vio que estaban mugrientas, es decir, con una pátina oscura que incluía restos de la policromía que aplicaron los artistas de la Antigüedad  y lo que el tiempo, los siglos, añadió por su cuenta, a lo que se unió golpes y desconchones del camino le propuso a Antonio Cánovas, escultor importante del momento, que "restaurara" lo que había desaparecido y lo adecentara, a lo que este contestó: " Sería un sacrilegio que yo o cualquier otro pensara en tocar estos mármoles con un cincel".
Así que las colocó como mejor le pareció en una casa junto a Picadilly y dió una fiesta  privada a sus amigos, artistas e intelectuales del momento para que dijeran, pero que super guay eres tio. Has salvado a la humanidad con esto que has hecho. La cosa se fue torciendo, que si la mujer se buscó un amante y el divorcio le salió carísimo y decidió venderselo  a la corona británica. No todos los ingleses estaban de acuerdo. Lord Byron alzó su voz para denunciar el expolio. Le acusó de haberse comportado como un autentico Alarico, pero nada, ahí siguen, como un icono en el museo británico por más que los griegos las sigan reclamando y hayan hecho un museo de la acrópolis con una sala  que recoge las réplicas de las que se quedaron los ingleses.
Es cierto que el expolio de obras de arte fue desgraciadamente frecuente en el S. XIX. Aquí en España también sabemos mucho de eso desgraciadmamente. La Guerra de la Indpendencia, la Guerra Civil, franceses, ingleses, alemanes, americanos y los desalmados que les importa poco. Hemos llegado al siglo XXI y aún vemos una crucifixión de El Greco como se remata en una galería londinense por 4 millones de euros. El expolio sigue.... mås e época de crisis.

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