La separación de alguien a quien has
estado unido mediante un vínculo intenso ya sea por la muerte de
este o el adiós inesperado lleva implícito un sufrimiento y un
dolor. Vivimos en una sociedad donde no tiene cabida el dolor ni la muerte. Simplemente se ocultan. Los ancianos se confinan en asilos, los moribundos en hospitales, de la misma forma que los muertos se esconden tras las tapias de un cementerios. Se oculta la fealdad, la enfermedad y se huye de cualquier persona que pasa por un proceso de sufrimiento intenso, quizás porque todo ello nos acerca a nuestra condición humana: somos mortales, y en cualquier momento nos puede tocar a nosotros, pero mientras podamos esquivarla, correremos a vivir el momento. Una sociedad en busca de la felicidad instantánea, una sociedad de usar y tirar.
El
dolor, o duelo, es indescriptible. Solo lo conocen
quienes han pasado por ello. Cada uno desde su propia experiencia: la muerte de un hijo, la de una madre, las pérdidas en serie de una guerra o la individual de una pareja. Produce la sensación de desgarro, como
si te arrancaran a tiras las entrañas. Es personal, inmenso,
solitario. Provoca desconsuelo, desorientación, especialmente cuando
es súbita e inesperada la despedida. Se pierde una gran parte de la
vida, cada pérdida de un ser querido supone una amputación de algo
corporal que no vuelves a tener y deja su espacio, su vacío. Te
amputan una pierna y debes aprender a sanar la herida, a cerrarla y a
andar con muletas. El cerebro se acelera, no duermes, el estómago se
cierra, no comes, la vida se convierte en una pesadilla permanente
que te impide vivir. Nada sirve, nada vale, nada consuela. Los
sentimientos de culpa, el modo miserable, ruín, cruel inhumano de
trato se apoderan de la mente.
Este momento en el que se produce un
giro fatal del destino, es a la vez el motor, la fuerza que nos
obliga a mirar dentro de nosotros y que puede acabar siendo un
regalo en nuestra vida. En cada uno de nosotros existen recursos
aletargados que esperan a ser descubiertos. Decía Nitzche que quien
tiene un por qué para vivir encuentra el cómo. Se puede encontrar
una salida cuando el horizonte se hace estrecho y negro como un
túnel. La libertad, la autonomía, la independencia es la asignatura
pendiente del ser humano, el gran reto de un futuro incierto. Todos
tenemos la capacidad de volar solos después de una pérdida, aunque
lloremos, nos desangremos, nos desgarremos... como decía Voltaire,
el verdadero valor consiste en saber sufrir, y yo añadiría, en
saber salir del sufrimiento.
Hablamos de dolor pero en realidad
deberíamos hacer una diferenciación entre dolor y sufrimiento. El
dolor es un estado de desequilibrio que nos hace daño y que es
causado por un impacto fuerte, duro y desestabilizador a raíz de una
agresión o pérdida. Afecta física, emocional y mentalmente, y
perdura hasta que la persona se pueda restablecer. Si me duele la
cabeza puedo tomarme una pastilla para mitigar la sensación incluso
hacerla desaparecer ya que tiene un componente físico claro.
El sufrimiento
incorpora un componente emocional y/o mental del desasosiego y
malestar. A veces puede llevar a una imposibilidad de reacción y la
negación de encontrar remedio y solución. Es como si nos pusiéramos
unas gafas con las que solo queremos ver lo negativo. Si ante el
dolor existen las pastillas ante el sufrimiento está la capacidad de
cambio. Es el momento de volver a Renacer. Solo a través de
experiencias de sufrimiento fortalecemos el alma, aclaramos la
visión y elevamos la ambición.
El duelo es por tanto una reacción
que aúna dos componentes uno físico y otro emocional. El modo de
sufrimiento es único en cada individuo, pero tiene una esperanza en
la lejanía, en el objetivo. Supone un movimiento de la Oscuridad a
la Luz. De la sequía extrema hay que saber extraer el agua
suficiente y administrarlo para calmar la sed.
El concepto de pérdida es fundamental
en el camino de superación de la adversidad. Distinguir entre lo
esencial y lo accidental. ¿Qué tengo que perder?. Lo que puedes
hacer o sueñes que puedes hacer, empieza a hacerlo ya, como decía
Goethe. Es el momento de parar la caída libre en el pozo y pensar en
cómo salir de ahí. Hay una fábula que nos indica el camino y que
resumo brevemente. Un día el burro viejo de un campesino se cayó a
un pozo y lloró mientras el campesino trataba de sacarlo de allí,
como veía que era inútil el esfuerzo y pensando en lo viejo que
el animal era decidió abandonarlo y taparlo puesto que había dejado
de dar agua. Llamó a los vecinos y cada uno empezó a tirar tierra
al pozo. El animal se dio cuenta de que si dejaba de llorar y sacudía
la tierra que le caía encima comenzaría el ascenso, poco a poco,
paso a paso, hasta que llegó al brocal de pozo y salió trotando. De
modo que procura que las necesidades sean pequeñas, las expectativas
moderadas y las aspiraciones elevadas en la vida.
El duelo tiene un componente
importante de incertidumbre. Pierdes el control de la vida y para
recuperarlo hay que salir del guión previsto. Cuanto más brusco y
violento es el vendaval, cuantos más destrozos ocasiona, quedan más
intactos y a la vista de todos lo que es esencial en ti como ser
humano. Pero necesitas tiempo para que se produzca el cambio.
Adaptarse es traumático
Tiene una parte de negación. Es el
amortiguador, la protección antes de ser desbordados por la
ansiedad, la inseguridad, el pánico. Es el estómago que nos ayuda a
procesar y digerir el miedo que provoca la pérdida. Es la máquina
que nos permite comprar tiempo, el tiempo que necesitamos para hacer
la digestión sin que se convierta en un camino paralelo al de una
enfermedad incurable.
Soltamos la cuerda que nos unió a
alguien querido solo cuando nos damos cuenta e interiorizamos que ya
no está. Eso es aprender a vivir con tu propia compañía,
perdonarte y encontrar un estado de paz y tranquilidad necesarios
después de un proceso largo, penoso, doloroso, tortuoso y solitario.
Si el campo está lleno de flores frescas, coloridas y luminosas ¿por
qué aferrarse a una flor muerta?. Si después de cada tormenta sale
el arco iris y luce el sol, ¿por qué no querer abrir las ventanas
del corazón?
Emilio Manuel | 11 de marzo de 2013, 0:54
Hola Pilar, magnífica entrada, si no tienes inconveniente traslado esta entrada a mi blog, evidentemente con información de autoria y dirección de blog. ¿Que te ha ocurrido? has estado mucho tiempo sin publicar nada
Un abrazo.
Emilio Manuel | 8 de abril de 2013, 2:29
Amiga Pilar, hoy (8 de Abril) he publicado esta entrada en mi blog como ya te dije que haría si me lo permitías.
Un abrazo, la última vez que pudimos conectar y decirnos dos palabras me preocupastes, no olvides lo que has publicado, después de cada tormenta sale el sol.
Emilio