2.- Ahí estaba yo metida en el coche camino de algún sitio buscando asegurar los datos históricos poco convincentes por momentos del cuadro de la diosa Afrodita de Klimt, viendo los árboles pelados, los coches destartalados, las carreteras rectas y llanas y los pueblos de lo que en España llamaríamos "La España profunda", con calles embarradas y carros tirados por caballos perezosos.
A la puerta de una casa idéntica a la siguiente y a la siguiente y a la siguiente esperaban dos señores, un anciano de cara triste y sonrisa esperanzada y su hijo, trajeados, bien vestidos, con caras sonrojadas y regordetas. No permitieron que me quitara los zapatos aunque ellos si lo hicieron, quizás por ser invierno. Pasamos a una habitación pequeña, con mesa camilla redonda sobre la que aguardaban unas tazas de café negro y frío, pastas, frutos secos y no se qué otras cosas más.
Comencé pronto mi interrogatorio ¿Cómo se llamaba la ciudad donde vivían sus abuelos? ¿En qué año estuvo Klimt pintando en el castillo? ¿Por qué le regaló el cuadro? ¿Por qué las humedades las tiene en la parte inferior si dice que ha estado colocado en sentido horizontal? ¿Qué cargo político tenía su abuelo? ¿Cómo explicaba la abuela a los nietos el tema aquí representado? ¿Dónde están ahora el resto de los cuadros que formaban la colección? ¿No hubiera sido más fácil ocultar solo el lienzo sin el bastidor?
Salí convencida de que no contaban la verdad, pero la intuición, la sensación, no es suficiente para desmontar toda una trama absolutamente bien armada. Las palabras del anciano cambiaban de entonación cuando hablaban de la historia del cuadro, seguramente repetida muchas veces ya, apuntalada por los hijos donde parecía que su mente no llegaba. Tomaban vida propia cuando hablaban de la guerra, la desaparición de familiares, la pérdida de toda propiedad de su familia, salvo lo que pudieron ocultar como los cuadros, de las atrocidades que los seres humanos somos capaces de cometer en cualquier parte del planeta. El brillo de sus ojos que aparecía y desaparecía me llevó a la conclusión de que no era cierto todo lo que decía y cuando se enciende la luz roja hay que seguir con ello pese a que todas las pruebas te digan lo contrario.
Pero eso lo cuento ya otro día...
El arte trata de la vida el mercado del arte del dinero. Damien Hirst
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Emilio Manuel | 2 de diciembre de 2011, 23:17
Hola amiga Pilar, al final te has decidido por abrir un blog, te deseo que sea visto por el mayor número de personas, ya he apuntado con el número dos.
Por las preguntas que te haces con respecto al cuadro, tu labor es de investigación policial, veo que tu blog promete intriga.
No olvides poner fotos, sabiendo tu calidad fotográfica no limites este blog a solo cuadros.
Un abrazo.