6.- Los Robos y Falsificaciones de obras de arte no son invenciones de nuesto tiempo, se han producido desde el inicio de la humanidad. Existen dos modalidades de robo de arte. En primer lugar tenemos el saqueo, que se produce en contextos bélicos, lo practicaron asiduamente los romanos en sus conquistas y en fechas más recientes, Napoleón, los ingleses con su colonización del mundo (el Museo Británico es el mejor ejemplo de expoliación de obras de arte de otras culturas y pueblos) y a mediados del siglo XX los Nazis se hicieron con una importante colección de arte, sobre todo en la francia ocupada. El segundo lugar el robo de piezas destacada por grandes ladrones de “guante blanco” que sacaban las obras de iglesias, museos o domicilios particulares. El ladrón más famoso de la segunda mitad del siglo XX fue Erik “el Belga”, expoliador de gran parte del patrimonio robado en las iglesias rurales de España.
Este tipo de robos a veces puede estar muy unido al mundo de las falsificaciones. Personajes muy conicidos del mundo del arte comenzaron falsificando obras de otras artistas o imitando obras antiguas. Un buen ejemplo de ellos es Miguel Ángel, que en su juventud, para sobrevivir realizó una escultura de eros, la envejeció y la enterró para que fuera descubierta, pasando por ser una auténtica pieza arqueológica. Las falsificaciones llegan a tener, incluso mayor valor que las obras de arte u objetos originales y se encunentran en los museos. El Museo Arqueológico Nacional de Madrid nos muestra en su sala egipcia cuatro momias antiguas, al someter a las momias a la prueba de los rayos X encontraron que dos de ellas eran falsas, ya que en realidad la pieza “momificada” eran dos tablas recubiertas de vendas. Lo curioso de estas piezas falsas ha hecho que sean expuestas en la sala, con las correspondientes radiografias que demuestran el fraude. En 1874 la National Gallery de Londres compró dos pinturas del florentino Sandro Botticelli (1445-1510). La primera se titulaba Venus y Marte y con el tiempo se ha convertido en una de las obras más apreciadas de la colección del museo. La segunda, Alegoría, era también magnífica y en el momento de ser adquirida resultó más cara que la primera. Las dos creaciones, se creyó entonces, habían sido concebidas como un conjunto y, puestos a comparar, críticos y expertos dudaban cuál era la más bella y representativa. La conmoción fue mayúscula cuando se descubrió que Alegoría, por la que se había pagado el precio más elevado, no era un botticelli. El cuadro era una simple copia, realizada por uno de los seguidores del gran maestro cuatrocentista.
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