La primera exposición monográfica sobre los Códices I y II,  de Leonardo Da Vinci, las dos únicas piezas que hay en España puede verse desde hoy hasta finales de julio en la Biblioteca Nacional de Madrid.
5 Razones para visitarla:
1)      Puedes conocer al personaje más allá de la leyenda y mitificación que se ha hecho de su obra pictórica. Aspectos insólitos como la escritura inversa y de derecha a izquierda (era zurdo), la relación completa de los libros que componían su biblioteca, casi todos científicos o filosóficos, pocos religiosos; o su autorretrato como un león que arde: lion-ardo
2)      Muestra el proceso de restauración y estudio de los mismos, retirando la encuadernación del S. XVIII y volviendo a sus orígenes, cerrado con presilla y botón de madera.
3)      El gusto por sustituir vocablos por elementos icónicos. Creo un genero propio formado por un universo particular denominado “Leonardescos”, como el lion-ardo.
4)      Su obsesión por la perfección que le llevó a sufrir el síndrome de la obra inacabada. Autodidacta. Las definiciones tachadas persiguen esa meta: una constante revisión de sus  obras  que difícilmente  conseguía llegar al punto de darlass por terminadas.
5)      Puedes conocer otros aspectos de los muchos en los que  fue maestro Leonardo, no solo en la pintura.
El Códice I es un tratado de mecánica y estática (ya encuadernado)
El Códice  II es un estudio de fortificación, estática y geometría (sin ensamblar), lo que permite la exposición de los folios de pergamino que lo forman.
Leonardescos. Lion-ardo
 
Si rastreamos la historia de los Códices encontramos que al morir Leonardo, en 1519,  pasan a manos de su amigo Francesco Melzi. El hijo de Melzi se los da a un escultor, Pompeo Leoni, que es contratado por Felipe II y los lleva con él. Leoni muere en 1606 y los compra Juan de Espina, amigo de Francisco de Quevedo, quien los cede al Rey Felipe IV. Así, estuvieron en la Biblioteca Nacional de España desde su fundación.
Indagar un poco en la vida y personalidad del artista nos aproxima a una mejor comprensión de lo que en los escrito vemos. Leonardo fue  disléxico, lo que no tiene por qué ser una desventaja ni mucho menos. Puede ser  una ventaja ya que  permite  pensar mucho más rápido y  hacerlo mediante imágenes (de 400 a 2.000 veces más veloz que el procesamiento verbal). Su proceso formativo no acabó nunca, aprendió de pintores, políticos, filósofos y sus pensamientos y observaciones quedaron legados a la historia a partir de los 30 años, cuando los escribe, en su época de madurez. De incansable curiosidad, abrió tantas puertas y ventanas como su olfato le indicó. Creador innato en campos absolutamente diversos. Así por ejemplo, en sus códices aparecen numerosos ejemplos de recetas culinarias. No solo teorizaba, también experimentaba. En este campo se asoció con su amigo Botticelli y abrió una taberna en Florencia sin demasiado éxito por cierto. Imaginó, diseñó sobre el papel, pero también ejecutó sus sueños. no solo los culinarios y los pictóricos, hasta 60 máquinas y artefactos basados en sus dibujos,  incluyendo mecanismos ópticos y musicales. De aspecto altivo, elegante aunque prefiriera vestir con prendas rosas y algo anticuado, pero, por no saber latín ni griego, no pudo contarse entre los humanistas estudiosos –y ese fue su sueño- tampoco creía que el artista debiera ser tratado como un simple artesano. "La pintura es una cosa mental" anotó. Antes que Copérnico  escribió que el sol no se  movía; anticipó la teoría de la gravedad; descubrió lo que Newton más tarde llamaría "el espectro solar", se interesó por máquinas que hicieran al hombre volar, las mareas, las cerraduras o las fortificaciones. Todo un genio, rodeado de una enigmática y fascinante personalidad. No hace falta acercarse a la mitología barata contemporánea para  creer en la existencia de un código particular, el Código Da Vinci. Y por cierto... Vinci es el nombre de la ciudad donde nació no un apellido
Me sumo a la idea que Juan José  Millás expone con claridad en el periódico El País para manifestar la situación en la que vivimos. Es terrible pensar que gastamos lo mismo en pagar intereses que en desempleo (29.000 millones). Lo peor de todo es que  estamos tan acostumbrados a vivir entre mentiras que nos parece hasta  bien lo que  oímos, creíble al menos.  Nos recuerda el escritor que se pone precio a la sanidad para que continúe siendo gratuita y se expulsa de ella a determinados colectivos para que siga siendo universal. Se liquidan las leyes laborales para salvaguardar los derechos de los trabajadores, se penaliza al jubilado y al enfermo para proteger a los colectivos más vulnerables. En cuanto a la educación, ponemos las tasas universitarias por las nubes para defender la igualdad de oportunidades y estimulamos su privatización para que continúe siendo pública. No es todo, ya que al objeto de mantener el orden público amnistiamos a los delincuentes grandes, ofrecemos salidas fiscales a los defraudadores ambiciosos y metemos cuatro años en la cárcel al que rompa una farola. Todo este programa reformador de gran calado no puede ponerse en marcha sin mentir, de modo que mentimos, sí, pero al modo de los novelistas: para que la verdad resplandezca. Dentro de esta lógica implacable, huimos de los periodistas para dar la cara y convocamos ruedas de prensa sin turno de preguntas para responder a todo. Nadie que tenga un poco de buena voluntad pondrá en duda por tanto que hemos autorizado la subida del gas y de la luz a fin de que resulten más baratos y que obedecemos sin rechistar a Merkel para no perder soberanía. A no tardar mucho, quizá dispongamos que los aviones salgan con más retraso para que lleguen puntuales, como hemos pagado cada billete expedido en el aeropuerto de Burgos desde su inauguración al módico coste de 226,6 euros por cada ciudadano de Castilla y León para que sea más barato. Convencidos de que el derecho a la información es sagrado en toda democracia que se precie, vamos a tomar RTVE al asalto para mantener la pluralidad informativa.
A nadie extrañe que para garantizar la libertad, tengamos que suprimir las libertades.
A nadie le extrañe que  se recupere el derecho de pernada una vez finalizada  la Reforma Laboral, o mejor dicho Contrarreforma para poner freno al desenfreno  y la degradación de costumbres.