UN PUNTO Y AP-ARTE


AP-ARTE 
Conocer la  Obra de Edward Hopper a través de la mayor muestra organizada en Europa en el museo Thyssen es una de las propuestas para estos días veraniegos. Merece la pena hacer un punto y Ap-Arte en el camino. Una clave para acercarse a su obra puede ser la mirada subjetiva, el filtro interior que cada uno tenga. Según sus mismas palabras, su obra muestra la realidad que nos rodea, la soledad del ser humano, los paisajes congelados en un instante, el campo vacío, el hombre abrumado frente a las moles megalíticas de las metrópolis, la vida que  pulsa el botón de pausa y se detiene mientras todo fluye alrededor vertiginosamente.
 Hopper nació a orillas del río Hudson, en una familia culta y burguesa. Se formó en el gusto por desarrollar una pintura nítida y limpia, organizada en una composición espacial ordenada, geométrica, con un peculiar y rebuscado juego entre las luces y las sombras: luces, frías, cortantes e intencionadamente “artificiales”, con una magnífica descripción de los interiores. Todo ello dentro de una temática repleta de signos de vida cotidiana de Estados Unidos: imágenes urbanas, paisajes con acantilados, playas o campos silenciosos, con un marcado carácter realista. Las escenas aparece casi siempre desiertas; con una figura humana, y si hay más de una lo que destaca es la alineación de las mismas y la imposibilidad de comunicación resultante, que agudiza la soledad. Hombres que miran al infinito y mujeres bañadas por la luz solar. Pintor discreto, solitario y silencioso que supo andar de puntillas en el siglo del ruido y la evanescencia, de la fabricación de mitos y del negocio del arte. No formó parte de ningún grupo de presión camuflado de 'ismo', aunque ahora se le considera uno de los artistas indiscutibles norteamericanos del siglo pasado. "El gran hombre es el que en medio de la multitud preserva con perfecta dulzura la independencia de su soledad". A él podría aplicarse la cita de Ralph Waldo Emerson, filósofo estadounidense. Sus pinceladas remueven el interior del espectador obligándole a reflexionar sobre el lugar en el que se encuentra: dónde está cuando contempla a la mujer en el hotel, a la muchacha que cose a máquina, el departamento del vagón de tren. En el fondo cada una de estas obras provocan una disreta ternura, una solidaridad encubierta porque no dejan de ser estos personajes solitarios un pedazo de cada uno de nosotros. Somos nosotros mismos: intimidad, aislamiento, recogimiento, individual o en grupo ajenos a todo, cada uno en su mundo.
Edward Hopper es un pintor que ha influido en la fotografía y sobre todo es palpable  y vasta su influencia en el cine moderno: encuadres, planos y secuencias de un sinfín de directores beben en sus fuentes,  consagrados unos principiantes o  inexpertos otros, han sido influenciados por sus fantásticas imágenes de lugares despoblados, mujeres solitarias, luminosos faros en la costa, surtidores de gasolineras en carreteras no frecuentadas,  puentes brumosos. Muchos de sus cuadros son casi encuadres perfectos o una plena composición de plano cinematográfico y así se ha recogido en el cine. Casas de madera medio derruidas,  capillas solitarias en medio de los campos de trigo, surtidores de gasolina en carreteras que cruzan parajes desolados, habitaciones de hotel con personajes que aparecen en ellas como varados, abandonados por el destino, que desvían la vista hacia la ventada mirando nada, personajes sentados en la cama con la cabeza inclinada, mirando al suelo, en un tren leyendo…
 Hitchcock reconoció  la influencia de Hopper en  su obra cinematográfica en secuencias concretas como los escenarios de exteriores y en la ambientación de sus películas. La principal contribución de Hopper al cine negro fue su forma de presentar esas sombras oscuras en color.
 Son numerosos los ejemplos en los que vemos la huella de Hopper: la casa de los Bates en Psicosis, (George Stevens usó esa misma imagen de la mansión abuhardillada aislada en Gigante), la vieja casona de Carlota en Vértigo, los puentes de 39 escalones, incluso en su última película, La trama, los ambientes rurales y las viejas casas que aparecen en la película están inspiradas en la obra del pintor. Se inspiró en Casa junto a la vía del tren. Lejos del Cielo, de Todd Haynes, hace un homenaje al gran pintor estadounidense a través de la fotografía. Una de sus obras más famosas, Nighthawks, es imitada en una escena de The end of violence, de Wim Wenders, cineasta en quien abundan los planos inspirados en sus obras al igual que  en otros directores: Brian de Palma, Terrence Malick, Arthur Penn o Wayne Wang buscaa una  misma inspiración para construir el guión de algunas de sus joyas. Maestro de maestros.
 Su influencia llegó también, y muy a su pesar según confesó en alguna ocasión el pintor, a la generación de pintores que haría estallar por los aires el arte contemporáneo unos años antes de su muerte: el expresionismo abstracto de Rothko, De Kooning y Pollock. Palabras de Mark Rothko que definen su admiración por el viejo maestro: “Detesto y rechazo todas las diagonales... salvo las de Hopper”.
La exposición estará abierta del  12 de junio al 16 de septiembre de 2012.

0 comentarios:

Publicar un comentario